Ayer, 21 de julio, en el Palacio del Congreso de Madrid, una banda de atracadores perpetró uno de los mayores robos por encargo de la historia.

También se vieron beneficiados con la maniobra de distracción que otra banda (PP) desarrolló el día anterior defenestrando a uno de sus principales dirigentes. Aun está por confirmar el nivel de connivencia con los atracadores.
A pesar de que la banda ya había mostrado sus intenciones de ejecutar esta operación y que uno de sus miembros más relevantes (Rubalcaba) había mostrado su intención de dejar los atracos y sabotajes en un futuro muy próximo, nadie se interpuso entre los facinerosos y su botín.
El monto total del robo es prácticamente incalculable, ya que además de suponer el expolio de una ingente cantidad de dinero a todos los ciudadanos (algunos cálculos sitúan esta cantidad por encima del 20% de merma en todas las pensiones), este atentado supone un recorte de hasta tres años en la vida ociosa de las personas, aumentando paulatinamente la obligatoriedad de trabajar hasta conceder esos tres años más al capital.
Uno de los aspectos más desconocidos de este robo es que el botín tiene la peculiaridad de poder ir modificándose (botín revisable y actualizable) en función de las necesidades de las grandes corporaciones que han ordenado la acción, de ahí que ese 20% del que hablábamos antes pueda llegar a ser mayor.

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